Time of my life...

sábado, 19 de febrero de 2011

Love Melody

Hoy estoy frustrada.
Como ser humano que soy, comparto con los de mi especie los antepasados: desde un animalito similar a la musaraña, hasta al Homo Antecessor. Soy consciente de que nuestra especie ha evolucionado mucho, puesto que una de las cualidades que tenemos y nos separa del resto de especies es el habla.

La capacidad del habla permite que podamos expresarnos con palabras. Gracias a las palabras podemos comunicarnos con nuestros semejantes, podemos contar chistes, quejarnos, aprender o enseñar, destrozar el día a alguien o arreglarlo... Básicamente podemos expresarnos. Con las palabras también amontonamos montones de basura ("Alatriste", "Truñúsculo" o el nuevo diccionario de la Rae) o guiones tan ************** de ciertas películas ("Mierdúsculo", "RoboGeisha vs FrankenWoman" o "Dragon Ball"). Por contra, gracias a las palabras podemos disfrutar de genios como Stephen King o emocionarnos con películas como "El diario de Noa".

Volviendo a lo que me frustra, podemos llegar a la conclusión de que gracias a las palabras somos seres muy completos. Pero entonces, por qué, con palabras, no puedo expresar cuánto te quiero, o lo que siento cuando estás a mi lado.
Con palabras no puedo expresar un sentimiento como el AMOR, ni cuánto te DESEO y te AMO...


[Una imagen vale más que mil palabras]










domingo, 11 de abril de 2010

TANTAS TARDES.



Tantas tardes en el porche pasamos juntos,

Y vienen a mí los recuerdos:

Risas, bromas, vida y juegos.

Tantos años nunca se olvidan.


Hace ya veinte veranos que jugábamos en la plaza…

¿O no era un porche en una vieja casa?

Cuando te vas haciendo viejo estas cosas pasan,

Pero yo recuerdo.


Si algo tengo claro es que eras genial

Con tus juegos y tus bromas,

Muchas tardes nos pasamos junto al manantial,

Aunque cargo con el peso de no poderte encontrar.


Miro a la esquina y veo dos niños correteando,

Soy consciente de que ya no lo somos

Pues el tiempo va pasando.

Tantas tardes en el porche pasamos juntos…


Deseo volver a ver al gato de Cheshire,

Deseo volver a oír tus risas y tus juegos,

Y un último deseo te pido:

Vuelve al viejo porche querido amigo.

Fdo: Cristian y Coral

lunes, 1 de marzo de 2010

Tenía que haberla llamado



Esperaba con el resto de agentes para asaltar aquella casa. El superior nos informó esta mañana de un soplo en el que le informaban de que iba a estallar una bomba hoy por la noche, y tenemos que vigilar cualquier movimiento extraño desde media tarde hasta el amanecer. Sólo llevamos un par de horas y ya deseo volver a casa con mi mujer.

Esta mañana hemos discutido después de la llamada del jefe para montar guardia. Estas cosas no me dejan muy buen humor, porque siempre somos los mismos los que pringamos en estos marrones. Ni siquiera recuerdo qué me dijo para que nuestra conversación desencadenara en una calurosa discusión, sólo recuerdo salir de casa ofuscado por la ira. Tenía que haberla llamado. Debo aprender a tragarme este estúpido orgullo mío. Tenía que haberla llamado, ni siquiera sé qué hará hoy ni donde estará. Tal vez haya ido a visitar a Elsa, su mejor amiga; o tal vez la haya invitado a casa. Espero que esté con Elsa. Al principio tenía recelo de ella, porque es extranjera, pero terminé por cogerle cariño. Ella siempre llega a casa con una sonrisa e ilumina nuestro hogar, es agradable tenerla cerca, refrescante. Espero que esté con mi mujer en casa, porque Elsa vive por esta zona y no me gustaría que, en caso de que explote una bomba, ella y su marido salgan heridos, ni mucho menos mi mujer.

Miré a mi alrededor y todas las caras me devolvían miradas tediosas, es evidente que ellos también quieren volver a sus hogares. Me pregunto qué motivos, a parte de lo letárgico que resulta el trabajo, tendrán para volver a sus vidas, cuál será su historia. Puede que deseen volver con sus hijos para jugar a la Oca, no sé. A veces la curiosidad por estas cosas tan simples me mata.

De repente, pasadas ya tres horas y media, oímos la señal de alarma. Algo va mal abajo. Descendimos corriendo por la colina y entramos en la casa por la puerta derribada por uno de mis agentes. Nos dispersamos, yo subí arriba con el que suele ser mi compañero más común de guardias, David. Él inspecciona el baño, y yo lo que tiene pinta de ser la habitación principal. Una manta de colores cálidos cubre la cama de matrimonio. Escudriño con la mirada en la oscuridad, al fondo adivino una silueta, no consigo distinguir si es de un hombre o de una mujer, pero tiene algo muy grande en las manos. La bomba. Lleva la bomba. Aún no parece que la haya activado… ¿Qué hago? ¡Debo pensar algo rápido! ¡¿Qué hago?! ¡¡NO TENGO TIEMPO PARA PENSAR!! O le disparo o me mata. O le disparo o nos mata a todos.

La silueta empezó a acercarse a mí mientras me decidía, así que según se aproximaba disparé sin pensar, aterrado de su proximidad, tres tiros. Hombro izquierdo, pecho y bomba. La silueta dejó escapar un grito femenino y de la bomba salieron plumas.

Me quedé helado. No puede ser, no…

Alguien me arrojó al suelo y me sacó de mi estado de letargo. ¿Elsa? Ella no paraba de zarandearme, de gritarme y de llorar. Yo no distinguía nada de lo que decía, sólo podía mirar con los ojos en blanco las paredes llenas de fotografías de Elsa y su marido. No puede ser. Hice acopio de fuerzas y le dije:

-Elsa ¿Es esta tu casa?

David entró en la habitación, guiado por el llanto de Elsa, sin protección ni arma alguna.

El soplo era falso. Tenía que haberla llamado.

sábado, 23 de enero de 2010

Sumus personae



Desde el momento en que despertamos nos disfrazamos con un peinado o una ropa, eso, sumado a nuestra actitud con la gente a lo largo del día, forma una pulcra máscara que ofrecer a los demás.
La calle, un escenario; el día a día, una obra teatral perfecta.
Por esto la verdadera imagen sin máscara alguna, la que no mostramos, es realmente la más humana y bella.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Ella tiene la culpa.

Llegas del trabajo cansado y asqueado. Ves que, de nuevo, la cena está sosa, eso te molesta. El ruido de los dibujos animados que tu hojo está viendo en el televisor se amontona en tu cabeza. El pensar en tus quehaceres laborales y en la crisis económica te aterra. Te estremece que en el trabajo hagan reducción de plantilla. Tu mujer, la misma que ha estropeado la cena, entra en la cocina con tu camisa del trabajo desteñida.

Ya está. Ella, la gota que colma el vaso, como siempre.

Hoy ha estropeado una prenda del trabajo, con lo importante que es y parece que a ella le da igual. Comienzas a gritarla, a pedir explicaciones, porque ella tiene la culpa. Con lo fácil que es hacer las cosas bien ¿No? Ella tiene que hacerlo mal.

Intenta explicarse, argumenta que ha estado liada con "las cosas de casa" ¿De casa? Es ELLA la que no comprende lo complicado que es tu trabajo ¿Verdad?

Se disculpa pero no es suficiente, para ti nunca es suficiente, así que la pegas, para que aprenda ¿No es así?

Tu mujer llora. Eso te irrita más, su llanto, el de ella. Es ella la que tiene la culpa, porque provoca tu irritación, así que vuelves a pegarla, pero más fuerte, para que se comporte un poco.

Pero ella tiene miedo de ti, sobre todo pos vuestro hijo. Eso te molesta más que su llanto, no debería desconfiar de ti porque sólo quieres enseñarla, amaestrarla, pero ella no te entiende, como siempre ¿Ella tiene la culpa dirías? Por lo que vuelves a pegarla, repetidas veces y cada golpe más fuerte, para que no se repita. Quieres acallar su llanto ¿Por tu bien y por el suyo?

Pero esta vez tus golpes han sido mortales. Ella ya estaba débil, tenía múltiples hemorrágeas internas, porque tú, desde hace ya varias noches, has intentado "enseñarla", porque tus enojos y tu sentimiento de culpa los provocaba siempre ELLA ¿Verdad?

Una relación que tiene una estructura social fundamentada en el vasallaje y con falta de respeto no funciona.
Pero claro, para ti es más fácil engañarte a ti mismo antes que reconocer tus errores.

FIN

jueves, 29 de octubre de 2009

Oscuridad en Halloween

Sentada en mi cama, embozada en mi manta y abrazando un cojín carmín. Tiemblo. Un frío interior me sobrecoge. Me arropo más con la manta, intentando tapar cada superficie de mi piel que no estuviera cubierta, pero nada, mis esfuerzos son nulos.

Frío, frío, frío, más frío, sólo frío ¡NO ESPERA! Calor, ¿o frío? No, calor, sí, calor. De repente me sobreviene una oleada de calor por todo el cuerpo y comienzo a sudar, el camisón se adhiere a mi piel como si estuviese cargado de electricidad estática. Arrojo con impaciencia la manta a una silla de la habitación y miro el reloj.

Es la hora.

No sólo eso. Ha pasado media hora. Tras barajar las posibilidades, plantearme si ir a la cocina o no y mentalizarme del esfuerzo que me iba a costar, decidí despedirme de mi cama e ir a la cocina, pero al levantarme y ponerme en pie se me fue la cabeza, las piernas me fallaron y me senté de golpe en la cama unos minutos, esperando recuperar un poco mis fuerzas para no caer desplomada en la alfombra.

Cuando pude, me acerqué a abrir la puerta y titubeé. No había salido de la habitación en 2 días por la fiebre que llevaba arrastrando desde el jueves.

Por fin me decidí por abrir la puerta y la luz de mi habitación iluminó el pasillo con un resquicio de luz. Asomé la cabeza tapando parcialmente esa ranura luminosa y grité:

- ¡¿Hola?! ¡¿Hay alguien?! ¡¿Mamá?!

Silencio fue la única respuesta. No había nadie ¿Porqué no había nadie? Me daba miedo salir a la oscuridad. Siempre me ha dado miedo la oscuridad, sobre todo la noche de Halloween, la noche más oscura del año, eso nunca me había seducido, y hoy era esa noche. Sábado 31 de Octubre. Halloween.

En esos momentos, en ese día, me aterraba ir a ningún lado, y más aún cruzar el umbral que me llevaría al oscuro pasillo para llegar hasta la cocina, pero tenía que ir. Mi cuerpo no aguantaría mucho más los cambios de temperatura corporal producidos por la fiebre, necesitaba tomarme la medicina.

- Cogeré el móvil- me dije a mí misma.

El móvil iluminaría mínimamente el recorrido hasta la cocina, y además, para estar más tranquila, siempre podía girar para ver la luz de mi habitación proyectándose en una porción del pasillo y quedarme más tranquila. No paraba de preguntarme porqué no había luz en esta parte de la casa, porqué sólo había en las habitaciones. Con estas circunstancias me costaba muchísimo moverme por la casa, de día menos, pero de noche más, y en Halloween era como revivir mis peores pesadillas.

Torpemente, con la poca luz que proporcionaba el teléfono y girándome cada vez que me agobiaba, llegué a la cocina y pude encender la luz. Abrí el armario que estaba encima del microondas, aparté el bote de cacao dejándolo en su sitio (mi madre siempre hacía lo mismo), moví un botecito de canela y otro de pimienta, alargué el brazo al fondo y ahí estaba mi medicina. Saqué una pastilla efervescente, y dejé que burbujeara, bailara y se deshiciera en un vaso de agua tibia.

Al terminar el baile etéreo de las burbujas en el agua, me bebí el contenido del vaso y comencé a prepararme mentalmente a mi misma para volver a la habitación.

Todo iba bien hasta que repentinamente se fue la luz. Todo a mi alrededor se vino abajo. Me quedé paralizada, no sabía que hacer.

Mi único impulso fue alargar los brazos hacia la oscura nada en busca de una pared. Estuve un buen rato tanteando en el aire y escudriñando en el infinito, hasta que toqué algo macizo, la pared. Miré a todas partes y no vi nada en la noche más oscura del año. De repente tuve la sensación de que un hombre en la oscuridad se abalanzaba sobre mi, presa de pánico lo único que pude hacer fue agazaparme en el suelo y hundir mi cabeza en las rodillas para esperar a que pasara todo y coger aire como bien pudiera.

Casi sin darme cuenta, me percaté de que estaba hiperventilando, y lo peor es que desde ese momento todo fue peor, porque me faltaba el aire más que nunca, me agobié con una sensación de estar rodeada de miles de manos que se aproximan a mí en la oscuridad, notaba a todas en torno a mí… monstruos, seres, fantasmas… todo invadía mi espacio vital, me despojaban del poco aire que me quedaba hasta el punto de que el demonio de lo perverso me arrebató todo. Mi cabeza comenzó a darme vueltas, mi temperatura subió, el calor se apoderó de mi cuerpo de una forma inhumana, bárbara y salvaje, el mundo se arremolinó a mi alrededor, me sentía en medio de un agujero negro, no tenía fuerzas ni para gritar o siquiera pedir ayuda, y me desplomé en el suelo.

Desperté y me dirigí a mi habitación un poco mareada. Aún tenía fiebre. Cogí mi manta de la silla, trepé a mi cama y me tumbé arropada. Comencé a reflexionar en mis cosas. Casi sin apenas percatarme, sumida en mis pensamientos, terminé sentada en mi cama, embozada en mi manta y abrazando un cojín carmín. Tiemblo. Un frío interior me sobrecoge. Me arropo más con la manta, intentando tapar cada superficie de mi piel que no estuviera cubierta, pero nada, mis esfuerzos son nulos.

Frío, frío, frío, más frío, sólo frío ¡NO ESPERA! Calor, ¿o frío? No, calor, sí, calor. De repente me sobreviene una oleada de calor por todo el cuerpo y comienzo a sudar, el camisón se adhiere a mi piel como si estuviese cargado de electricidad estática. Arrojo con impaciencia la manta a…





lunes, 21 de septiembre de 2009

El run-run de la ventana.


"Al otro lado de la ventana hay vacío, oscuridad. A pesar de ello, ésta consigue reflejar el bullicio, el murmullo, el alboroto, el run-run. El run-run de todos los días. Refleja ese hastío, esas ganas de salir o cuanto menos vivir un momento más ameno que el que sea posible vivir en mi habitación, un cuchitril de tres al cuarto.
La ventana, esa ventana lo refleja todo, refleja la molestia de quien quiere, impacientemente, huir lejos de esta pesadez de palabras sin control con las que me bombardean a diario; el ansia de libertad. La molestia del run-run. El run-run de la gente aburrida, de quienes son incapaces de contener sus palabras y guardarlas a la salida. La ventana lo refleja todo.
Todas las palabras vuelan, salen de las bocas, salen disparadas como balas al aire, allí, por encima de mi cabeza, se acumulan y caen, caen como las hojas en otoño, pero me pesan, como si todas intentaran acumularse dentro de ella, pero no pueden, y rebotan.
El run-run no es como la música, que entra en tu cabeza, se desliza en ella y va atenuándose hasta disiparse lentamente; no, estas palabras de las que os hablo, las del run-run, entran, rebotan, saltan y no terminan. El run-run, ese run-run bailando sin control en mis oídos.
Miro la hora. Rabia. Impaciencia. Ansia. Me llevo las uñas a la boca. Sé que no debería, mal vicio, pero quiero dejar de oír el run-run. Esas palabras, esas voces, quiero acallarlas. En mis labios sólo se alcanzaría a leer blasfemias.
No puedo más. Cierro la ventana, a ver dejo de oír el run-run. No sirve de nada. Sigo ollendo las voces, ¿POR QUÉ? Se están riendo de mí, sí debe ser eso, se ríen de mí. Me dijeron que me ayudarían, pero sólo querían reírse de mí. Como todos. Son todos iguales, pero yo lo voy a solucionar. El run-run no me atormentará nunca más."



[...]

"-Encontramos esta nota al lado de los cadáveres de tres psiquiatras en el "Manicomio Clinwhouse". Al parecer la asesina, una interna del centro, murió tras saltar por la ventana. Después de que el forense analice los cuerpos tendremos más información acerca de los hechos. Hasta entonces no podemos aportar más detalles a la prensa."

Esto es lo que el agente Wayman nos pudo contar hacerca de lo sucedido en la escena del crimen. Al parecer la asesina padecía un transtorno [...]

Noticia ofrecida por John Nimph para el "Diario Swansea"